1.-El deseo de cercanía.
Todos deseamos ser reconocidos, comprendidos, amados. Pero cuando la cercanía se vuelve posible, pueden emerger resistencias. El otro ya no es una fantasía, sino un espejo que devuelve aspectos de nosotros que se delatan y que esquivamos…
2.-La amenaza de perder el control.
La intimidad altera. Desarma nuestras defensas, pone en juego la dependencia, la falta, la necesidad. Nos recuerda que el amor implica exposición, y que el otro no puede ser poseído ni previsto totalmente.
3.-El miedo infantil que persiste.
Detrás del temor a la cercanía hay memorias de nuestra historia: las separaciones, el miedo a no ser suficiente, el temor al abandono. Lo que fue vivido como pérdida puede reactivarse cada vez que alguien se aproxima demasiado.
4.-El dilema del vínculo.
Queremos ser amados sin renunciar a nuestra total autonomía. Pero el amor implica una renuncia simbólica: aceptar que el otro tiene algún poder sobre nosotros, que puede herirnos o dejarnos. Esa vulnerabilidad es a lo que tememos en el vínculo.
5.- El trabajo terapéutico.
El espacio analítico puede permitir una distancia posible: ni fusión ni rechazo. Allí la cercanía se piensa, se soporta, se elabora.
Es el lugar donde tenemos la experiencia que nos puede permitir estar próximos y sin que eso signifique desaparecer o quedar heridos.
Para ello lo esencial es indagar en la elección :
¿qué me atrae de ese otro (a) ?, ¿ qué es lo que me hace estar acá?,
¿podrá recibir lo que quiero o lo que puedo dar? , ¿podrá entregar lo que requiero? etc.
Son preguntas necesarias que habrá que ir resolviendo….